One Piece Fanon
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Jossie: *suspiro* Si, papi…
 
Jossie: *suspiro* Si, papi…
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== Capitulo 991: La acosadora ==
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Orso: A ver mocoso, o como te llames. La cosa esta así.
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El dichoso Meify va guiando a John de vuelta a afuera y  hasta el último muelle, en donde hay algunos otros hombres esperando, todos con miradas igual de ariscas y hurañas que las de Meify al conocerlo. Un barco edta anclado pero el acceso no esta permitido, uno bastante grande aunque con un aspecto poco destacado para ser la nave de un hombre que aparentemente es tan rico.
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John: ¿Esa es la nave del Señor Currant?
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Pero su guía lo ignora.
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Orso: Te presentaras todos los días aquí a menos que se te indique lo contrario. Trabajaras de la medianoche a las 7 am o hasta que se te indique lo contrario. Seguirás toda orden que se te dé. Tu trabajo es acomodar la carga que salga o entre de esa nave.
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Uno de los hombres pone las tablas para subir  al fin y lo hombres entran para hacer algunos deberes. Orso continua recitando deberes y reglas para el muchacho, sin dejarlo pasar al barco todavía, pese a las ansias que tiene el chico de hacerlo.
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Orso: Tu máximo superior soy yo, o en su defecto, cualquiera de los hombres que lleve más tiempo que tu, que son todos.
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John: ¿Eso es todo?  No suena tan difícil.
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Orso: *murmullo*Hmmm, a ver si dices eso en dos meses con una bala en el culo…
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John: ¿Qué?
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Orso: Que aun no acabo con las reglas, mocoso. Ahora, tus prohibiciones.
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Esto si hace que el muchacho deje de comer ansias, pues le llama la atención.
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John: ¿Prohibiciones?
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Orso: Uno. Puedes entrar a la bodega y a la nave, pero tienes prohibido el acceso a todas las demás áreas incluyendo la oficina del señor Currant. Dos, no tienes permitido ver el contenido de ninguna caja. Nuestros clientes exigen privacidad.
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John: Aha.
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tienes prohibido hablar con el señor Currant. A menos que él te solicite o por encargo mío.  La otra prohibición que tienes es que no puedes hablar con cualquier mujer del… personal que pudieras encontrar.
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Esto le resulta especialmente curioso aunque en retrospectiva, debe ser un hombre ocupado y quizás será mejor que no lo vea mucho, en especial después de tantas molestias que se tomo Jossie para esconder su cara, aunque es ahí donde le cae el veinte.
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John: Espera, ¿no puedo hablar con ninguna?  Ni siquiera con Jos… la chica de la entrada.
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Orso: ¿La mocos… la hija del jefe? Ahhh, ella da igual creo.
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John: Bien.
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Orso: Aunque no creo que puedas hablar con ella. También tiene deberes igual que tu, y si los veo holgazaneando se las verán conmigo.
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John: ¿Ok…?
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Orso: Y ahora, ve a mover el culo si es que quieres que te paguen.
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Y así lo hace. Lo mandan a apilar cajas esa noche, y todo el rato que esta esa noche ahí eso hace, solo apilar cajas que saca de la bodega para llevar al barco. Jossie le mira a la lejanía , cosa que el nota.
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John: (¿Otra vez ella?)
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Hombre 1: ¿Este es el nuevo? Vaya… para ser tan menudo no es tan endeble.
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Hombre 2:Pero que mueva el culo más rápido, este cargamento tiene que salir al amanecer.
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Y John lo hace, y así amanece. El muchacho es entonces enviado a su casa. Su primer día de trabajo ha terminado. Y duele…
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John: Agh… me duele todo.
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Bill: ¿Qué tal el día 1?
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John: Matame.
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Las niches siguientes resultan ser exactamente iguales. Salvo por una cosa. Ni siquiera hay barco, pues este zarpo tras la primera noche, solo mueve cosas de la bodega y limpia pisos. No es para nada lo que pensaba, y esto lo frustra. Solo puede ver a los otros hacerlo desde lejos. Y tambien sigue notando que Jossie se acerca para verlo  solo para huir rápidamente cuando es notada.
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John: ¡Oye, espera!... Aghh… ¿alguna vez va explicarme todo eso del día uno? ¡Solo me ve y se va!
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Y eso no es lo único que le molesta de su nuevo ambiente laboral.
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John: Hmm… una semana y ni siquiera he tocado algo aparte de una caja.  ¿Cuándo podré hacer algo en el barco?
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Hombre 1: Cuando yo lo diga.
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John: Aish…. Tal vez me equivoque con esto.
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No obstante, mientras se está replanteando sus “opciones de carrera”. Orso llega arrojando algo a cada uno de los hombres.
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Orso: ¡Ey, idiotas! ¡Día de paga!
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Hombre 1: ¡Ya era hora!
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Hombre 2: ¡Te tardaste!
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Orso: Jajaja, ¡Callense!
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Lo que arroja son sobres con dinero, y tambien avienta uno al muchacho pelirrojo.
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Orso: Tu parte, mocoso. Ahora largo, que ya esta amaneciendo.
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John apenas atrapa el recipiente de papel entre sus manos, pues resulta ser más pesado de lo que cree. Mientras va caminando para irse, al fin lo abre, quedándose boquiabierto.
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John: Joder, ¿es… es en serio?
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En el sobre, hay más dinero de lo que John hubiera podido ganar en un mes en cualquiera de sus trabajos anteriores. Más que nunca haya tenido junto.
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John: Wooooooh. Bill no va a creerme. Tal vez trabajar aquí si vale la pena.
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Pero es al pasar frente a la bodega que nota los pies de alguien escondiéndose tras la cortina de metal levadiza. Por su pequeño tamaño, sabe quien es, y empieza a estar harto de ello.
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John: Tch… ¿Jossie…?
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Jossie: ¡…!
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La chica está a punto de irse de ahí,  pero se detiene cuando escucha a John seguir hablando.
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John:  Oye. No se tu pero yo ya estoy harto de este juego del gato y el ratón que tu sola te montaste. Se que algo me quieres decir, y tambien tienes cosas que explicarme como todo eso de Aldebaran. Así que háblame claro o deja de estar como una acosadora creepy atrás de mi.
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Un silencio largo se presenta, y John, cansado por el trabajo y la situación, se dispone a marchar a casa de Bill. Pero entonces…
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Jossie: Yo…
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John: ¿hmm?
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Orso: ¡Mocosa! ¡¿Dónde estás!? ¡Tu padre te está buscando!
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… la interrumpen. Por fortuna, como John está al otro lado de la cortina, Orso no le ve.
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Jossie: Tsk… no puedo hablar ahora. Si quieres hablar,  búscame una hora antes de tu próximo turno mañana en el muelle 4.
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El pelirrojo se ve sorprendido aunque satisfecho, pero antes de poder decirle a la chiquilla pelinegra que si, sus pies ya no se ven bajo la cortina.
 
[[Categoría:Arcos de Darkarchangel]]
 
[[Categoría:Arcos de Darkarchangel]]

Revisión del 00:27 1 feb 2021

Ave Azul Zero: Monochrome
Zero Monochrome
Información
Número de capítulos por definir (979 a ???)
Fecha de creación 10/09/20
Fecha de finalización Por definir
Anterior Arco Real
Posterior Arco de la Justicia Oscura
Creador Darkarchangel

Ave Azul Zero: Monochrome es el trigésimo tercer arco de la historia de los Piratas del Ave Azul y el primero de la Saga de los Máximos Rivales.

Antecedentes

Despues de que Todos somos Esclavos se alía con el Autentico Ejército de Brusian en esperanza de salvar soldados y sus familias hechos esclavos por el "malvado" Triunvirato y tras una cruenta guerra donde nada ha sido lo que parece, Todos somos Esclavos se alza con la victoria y consigue Brusian al completo como su aliado, pero no todo es color de rosa. Muchas vidas se han perdido, incluida la vocera de la alianza y ahora es deber de Jean seguir con lo que su maestra ha empezado.

Capitulo 979: ¿El Origen?

El día es uno sereno. Cálido, con brisa fresca. Aunque bastante nublado de un lado, todavía se alcanza a ver el sol del otro. Y es ese sol el que calienta la piel descubierta de los Piratas del Ave Azul, que estan divirtiéndose un rato en una playa virgen en la isla de Nintai.

Mia: *algo ebria y cantando* ¡Cuando calienta el sol! ¡Aquí en la playa!

Isabel: Creo que ya no deberías tomar más.

Mia: Ya siéntese , señora.

Isabel: Tch…

Se toman un día libre después de tanto jaleo, después de todo, aun hay secuelas por la guerra de Brusian, tanto en cuerpo como en mente.

Jean: *suspiro*

El joven capitán observa a su tripulación retozar de diversas formas. Taylor y Samir descansan plácidamente en una hamaca que han puesto entre dos palmeras. Bert parte un par de cocos con su gran fuerza para que él, Big Bird y Katrina puedan comer de ellos. Angélique lee bajo una palmera. Isabel se pelea con Mia para quitarle otra botella de tequila que ya esta empezando a beber y James, Evangeline y Jane compiten en hacer castillos de arena, siendo el del tirador él más feo.

James: Oh, vamos, no es justo. 

Evangeline: Esfuérzate mas, cielo.

James: ¿Por qué el mío no se ve así? *señala el castillo de su hermana*

Jane: Por qué yo si tengo habilidad manual…

Mia: * a lo lejos* ¡Y dos ojos!

James: *con sarcasmo* Aja ja ja… ¡cállate!

El tirador le arroja con precisión un pequeño guijarro usando solo los dedos, rompiendo con facilidad el fondo de la botella de la Bebedora, ante la mirada sorprendida y después furiosa de esta. 

Mia: Tsk… ¡Hijo de la…! 

James: ¡Mira tu cara! ¡Jaja…! ¡Ughhh!

Mientras se burla, Mia lo taclea en venganza, derribándolo sobre el castillo de Jane mientras se dan de manotazos.

Jane: ¡Oigan!

Molesta, la castaña se les va encima, pues iba ganando, mientras que Evangeline intenta separar a los tres. El resto observa divertido toda la situación. Excepto Jean que parece un poco serio. Viendo esto, Angélique va donde está su ahora novio para abrazarlo. 

Angélique: ¿Pasa algo amor, amor?

Jean: No. Nada. ¿Por qué preguntas, linda?

Angélique: Tu cara.

Jean: Ah, eso. Es solo que estaba pensando.

Angélique: ¿pensando? ¿En que?

Jean: En lo afortunado que soy por tenerlos a ustedes.

Angélique se enternece por esas palabras. Acomodando su cabeza junto a la de Jean mientras que este la abraza ahora a ella desde atrás. Ambos miran a sus compañeros, que siguen peleando hasta que acaban en el agua donde finalmente se caen.

James: ¡Woahhh!

Jane: ¡Kyah!

Para cuando salen del agua, todos se están riendo. Mia sale del agua para buscar otra botella y James no pierde la oportunidad para abrazar a su hermana y a su novia y darles a cada una un beso en la mejilla. Aunque las cicatrices del par de hermanos son muy visibles. 

Jean: Soy afortunado de tenerlos a todos. De tener a James de vuelta, a Jane con nosotros, a ti conmigo.

Angélique: Oh, Jean…

Jean: Y tengo a nuestros amigos de la Alianza tambien, a papá, a mis hermanos, a mamá Eri, a mis “tíos”

Angélique: Si. Eres muy afortunado, Jean Black. Eres un hombre rico.

Jean: Lo soy. Pero… aun con todo eso. Desearía tener un poco más… personas que ya no pueden estar conmigo. 

Angélique: Lo dices por Betula, ¿verdad?. 

Jean no dice nada pero su mueca se muestra un poco sombría. Angélique no quiere presionarlo así que solo lo abraza y cambia el tema de conversación.

Angélique: Ya que mencionas a tu padre, ya paso algún tiempo desde que los vimos a él y a tus hermanos. ¿Crees que falte mucho para que vuelva a hacer otro reto?

Esto no desvía los pensamientos de Jean, pero si le saca la duda lo suficiente como para preguntárselo. 

Jean: Hmmm…. Ya no debe tardar mucho. Jill, Jona. Papá. Todos vendrán más fuertes.

Una leve sonrisa confiada se dibuja en el rostro del peliazul.

Jean: Pero yo también. Soy un Black también después de todo. Y seré el Rey de los Piratas un día. 

Angélique: Claro que lo serás, amor.

Pero el que su novio se llame a si mismo “un Black” le hace surgir una duda curiosa, y no tarda en hacerla relucir.

Angélique: Jean, tu y tus hermanos se hicieron piratas por tu padre, ¿no?

Jean: Sep. Básicamente. 

Angélique: ¿Y como se hizo pirata él? 

Jean: Pues…

Jean se detiene en seco. Le han agarrado un poco en curva con esa pregunta así que se rasca la cabeza.

Jean: No estoy seguro en realidad.

Angélique: ¿Nunca le preguntaste?

Jean: Pues si, alguna vez. Pero me daba largas. Papá tiene un pasado complicado, ni yo lo sé completo.

Angélique: Hmmm, ya veo.

Ahora los dos tienen la pregunta ¿Cómo es que John Black llegó a ser Pirata? 

Capitulo 980: Empecemos desde cero…

¿Cómo es que John Black llegó a ser Pirata? La respuesta a esa pregunta yace aquí, junto con su historia. Una historia bastante particular pues, a diferencia de la mayoría de las historias de los Piratas de esta era, está no empieza con ciertas palabras.

¿Mis riquezas y tesoros? Si lo quieren es suyo, ¡búsquenlo! Lo dejé todo escondido en «ese» lugar.


No. Está historia va aún más atrás. Mucho más atrás…

Hace 41 años…

En algún lugar del South Blue, se encuentra Isla Tropian. Un paraíso tropical que la gente suele visitar por sus hermosas playas y aves exóticas. Se erige majestuoso de entre la selva su gran puerto, Cancer, al norte. Una pequeña utopía de resorts que empieza a florecer con fuerza. Pero, del otro lado, se encuentra un lugar lleno de ruina y decadencia.

Hombre: ¡Muevan esas vigas! 

Hombre 2: ¡Si, señor! 

Los pocos que ganan son los carpinteros del lugar, al menos de la forma más legítima. Los robos los asaltos a mano armada, las estafas son algunas de las otras formas, así como también un cierto oficio que solo suelen ejercer las mujeres.

Mujer: ¿Quieres pasar un buen rato, papito? 

Mujer 2: *señalándose de arriba abajo*Todo esto puede ser tuyo… si te atreves. 

Señoras de la noche, de todas edades, tamaños y colores de piel. Algunas obligadas, otras por voluntad propia. A todas horas, sobre todo de noche pero también de día. Satisfacen las necesidades de cama tanto de locales como del viajero casual o hasta el turista del otro puerto buscando placer. Los deberes para ellas no terminan, pero a veces, entre cliente y cliente se dan el tiempo de beber, dormir, comer algo ligero para no matar la figura, y, ¿porqué no?, conversar entre ellas.

Mujer 2: ¿Entonces se lo hiciste y no te pago? Perro desagradecido.

Mujer 1: *Da una calada a un cigarrillo*¿Entonces que hiciste?

Mujer 3: ¿Qué iba a hacer? Le clave los tacones en el hoyo y lo saque a patadas. El muy bastardo gimió pa’ colmo

Mujer 1: Pshe… Hombres pendejos. 

Mujer 2: Pues que lastima por ti. A mi me va mucho mejor desde que estoy en las esquina de los muelles y el taller de carpintería ese. Los viajeros que pasan por ahí casi siempre dejan propina.

Mujer 3: ¿Qué esa no era la esquina de la flaquita? ¿La chaparrita de ojos claritos?

Mujer 2: Era. Ya nunca volvió. Y mejor que no vuelva, mejor para el negocio.

Mujer 1: * entre tosiendo por el cigarrillo* Pues se te cumplió, ‘mosa.

Las dos mujeres miran curiosas a su tosijuda compañera, esperando a que se le pase el humo para oír el chisme.

Mujer 1: *ehem* Se murió hoy, fíjate. 

Mujer 3: En la madre… 

Mujer 2: Ay, si claro. ¿Y tu como sabes?

Mujer 1: Me contaron en ese bar feo del centro. 

Mujer 3: ¿Y de que se murió?

Mujer 1: A mi me dijeron que de un pasón, pero pa’ saber. Yo que sepa esa niña no se metía nada. 

… y en el bar feo del centro…

Hombre 1: ¿La flaquita de los muelles? ¿Neta se murió? 

Barman: Eso me contaron.  Un cliente se le puso loco y que la muele a golpes. Estuvo un ratote en la clínica y luego se murió.

Hombre 3: Que lastima, era re amable. 

Hombre 2: A mi me conto el de la licorería que si fue al consultorio del doctor, pero no porque le pegaran. Dicen que le dio el virus ese feo que les da a las esquineras, y pues ya no la libró. 

Hombre 3: Ojala y no sea eso, vato. 

Hombre 1: Hijole… no me digas. Ya me acorde. Tu eras su cliente, ¿verdad? Mejor ve al doctor, carnal. No se te vaya a caer la pija.

Hombre 3: *en voz bajita* ¡Cállate, cabrón! No vaya a ser que tengas boca de profeta. 

Hombre 4: ¡Mejor ya cállense todos! 

Quien dice eso último es un hombre no muy alto, muy joven. Con ojos verdes y el cabello alocado, vestido para trabajar. Un carpintero seguro. Aunque lo que más destaca en ese momento es la profunda melancolía de su rostro. 

Hombre 1: Vamos, hombre. No le hacemos nada a nadie. 

Hombre 4: Hablar de los muertos da mala suerte. 

Hombre 2: Je. Ni aguantas nada, Bill. 

Hombre 3: Y mejor cállate tu, pinche chamaco pendejo. A mi nadie me calla. 

Bill: Meh… como quieras. 

El tal Bill paga su cuenta y se va, oyendo la misma cantaleta en todos lados mientras camina al lugar donde duerme. La muerte de la joven prostituta de ojos claros  parece ser el tema de conversación de mucha gente. 

Bill: Tsk… bola de habladores. No saben lo que dicen. 

Siendo un lugar tan feo y pequeño, donde todos conocen a todos, los rumores corren rápido. Con sus medias verdades claro. ¿La chica está muerta? Si ¿Estuvo con el único doctor del puerto? Si. Pero solo un puñado de gente sabe en realidad que le paso, incluyendo la gente que la atendió en su último día sobre la tierra.

Doctor: *suspiro* ya está…

 El único médico del pueblo se encuentra limpiando una mesa de operaciones en su consultorio. La cubeta así como el trapo que ha usado para ello están llenos de sangre. Luego, cuando termina, se queda mirando una extraña maquina en la misma sala mientras su única enfermera va entrando. 

Doctor: Pobre criatura. Tan desnutrida, tan enferma. No se como aguanto tanto, en especial en ese estado. 

Enfermera: No se agobie. Hizo todo lo que pudo para ayudarla.

Doctor: Si… pero nunca deja de ser triste. ¿Ya llenaste el papeleo?

Enfermera: Ya casi, doctor. Ya esta él acta de defunción y el enterrador viene en la mañana, pero me falta la de nacimiento. Los de orfelinato tambien vienen mañana y no se que cosa poner en el nombre. La pobre madre no alcanzó ni a ponerle uno. 

El doctor se hace a un lado, dejando ver que aquel aparato que observa es una incubadora medio destartalada, y en su interior, hay un bebe recién nacido. Lo que causo que aquella muchacha de ojos claros de la que todos hablan muriera, y tambien lo único que dejo atrás.

Enfermera: ¿Qué pongo entonces? 

El doctor se sienta en una silla, visiblemente agotado por el día que vivió, se soba las sienes y mira por última vez al bebe que ayudo a traer al mundo. 

Doctor: Déjele el nombre de los que quedan en calidad de desconocidos. 

Enfermera: Hmm. Ok. Lo pongo.

La mujer se retira para llenar el acta de nacimiento sobre un escritorio, poniendo un solo nombre en el apartado para ello con una caligrafía torcida digna de un médico, apenas inteligible.

John.  

Capitulo 981: Un John Doe

Varios años más tarde… Hace 27 años… Orfanato de Capricorn…

¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! 

En el comedor del orfanato, los muchachos que ahí habitan interrumpen su cena y forman un círculo alrededor de dos de sus compañeros. Uno, regordete, grasoso y con la cara llena de barros está de pie sobre el otro amenazadoramente, con el puño levantado y mirada rabiosa.

Muchacho grasoso: Patético. 

Muchacho: ¡Ca… cállate!

El otro tiene el pómulo hinchado y morado, producto del puñetazo del otro. Las lagrimas se anegan en sus ojos, unos ojos particularmente claros que brillan ligeramente anaranjados por las sombras de su cabello rojizo. Pero más que tristeza, hay rabia, una furia tremenda. 

Muchacho grasoso:¡Oh, vamos! ¡¿Vas a llorar por eso!? ¡Ni siquiera te pegué tan fuerte! Tenía razón. Se nota que si eres un puto, igual que tu madre. 

Muchacho de ojos claros: ¡Te dije que te calles! 

Pese a estar derribado, el furioso niño herido mete un patadón en la espinilla. Tan fuerte que el niño gordo se va para atrás, con tan mala suerte que se da en la nuca con el borde de una mesa. 

Niños: ¡Kyahhhhhh!

Niño: ¡Lo mató! 

Pero el muchacho regordete no está muerto. Solo queda retorciéndose en el suelo, mientras que su cabeza empieza a manar ese escandaloso color rojo de una herida en realidad pequeña.

Muchacho grasoso: ¡Buaaahhhh!

El chico de ojos claros se pone de pie ante la vista aterrada del gordo y de sus compañeros, pues su rabia no parece haber disminuido.

Muchacho de ojos claros: ¡¿Quién es el puto llorón ahora, marica!?

¿??? : ¡¿Qué esta pasando aquí!? 

Pero, de nuevo con mala suerte, justo aparece una de las guardianas del orfelinato. Una mujer no mucho mas alta que el más alto de los muchachos, aunque si mucho más gorda. Oyendo el barullo esta deshace el circulo de niños al empujarlos para ver, encontrándose horrorizada por la escena…

Mujer: ¡Ay, por Dios!

… y luego furiosa… 

Mujer: ¿¡Que demonios crees que estás haciendo, John!? 

El muchacho de ojos claros pierde toda su rabia y reacciona sobresaltado al grito, observando velozmente sus puños alzados antes de bajarlos, mientras que ella corre rápido a ayudar al niño derribado. 

John: Yo… ¡El empezó! 

Mujer: ¡Ve a la oficina del señor Paulo!

John: ¡Pero…! 

Mujer: ¡¡Ahora!! 

No obstante, el muchacho de ojos claros no se mueve, por lo que la mujer le toma de la muñeca por la fuerza y lo arrastra, mientras toma gentilmente al niño regordete de la mano para llevarlo a la enfermería de camino y grita al resto de niños.

Mujer: ¡No hay nada que ver aquí! ¡Ya váyanse!

Un rato más tarde…

El muchacho de los ojos claros está sentado afuera de una oficina, esperando para entrar, pues el dueño de dicha oficina, el Señor Paulo, parece estar ocupado, teniendo la oreja pegada al Den Den Mushi en el momento. John puede ver su espalda desde la ventanilla exterior. 

Paulo: Si. Si, señora. Nos complace saberlo tambien, tambien estamos muy emocionados y los niños lo estarán más cuando les digamos.

Mientras John espera, la mujer y el niño regordetes van de regreso de la enfermería, la mujer le mira con rabia y el niño sigue moqueando ahora con una venda en la cabeza, pero al pasar por donde esta John, a punto de entrar en aquella oficina, sonríe burlonamente y le dedica una trompetilla.

John: Tsk… hijo de…

Pero ni siquiera puede protestar, porqué en ese momento se abre la puerta de la oficina, asomando la cabeza del tal señor Paulo. Un hombre en sus cuarentas, de desordenado cabello negro, rostro severo y expresión no muy feliz.

Paulo: Ya puedes pasar, John.

Una vez más, John se traga su rabia y se mete a la oficina, sentándose el señor Paulo muy serio y John bastante desgarbado.

Paulo: La señorita Carola dice que hiciste sangrar a Herman.

John: Pues… si. Pero el me golpeó primero y dijo que mi madre era una…

Paulo: ¡Y tu lo dejaste en el suelo sangrando! ¡¿Te parece normal!? ¡¿Te parece correcto!?

John: Yo solo quería quitármelo de encima, ¡fue un accidente!

Paulo: ¿y llamarlo puto llorón también es accidente? Llamarlo marica si fue accidente, ¿no? Igual que las últimas veces.

John solo baja la cabeza, humillado.

Paulo: Esta es la sexta vez en este mes que te mandan a mi oficina, y la segunda de esta semana. Así como vas a querer que te adopten. Mañana va a venir una pareja a conocerlos a ustedes, niños, pero por tus acciones, no se te permitirá conocerlos.

John: ¿¡Que!? ¡No, no es justo!

Paulo: ¿Que no es justo? 

El hombre se levanta de su silla, se quita los lentes y se alza sobre su escritorio, haciendo que John que el chico de los ojos claros instintivamente se eche para atrás. 

Paulo: No haces más que causar problemas. A este paso, no solo habrás nacido siendo un John Doe, ¡tambien morirás como uno!

Esto toma desprevenido a John. ¿Por qué dicen su nombre de esa forma tan despectiva? Paulo lo nota y se ríe bajo y profundo.

Paulo: Me estas diciendo que con tus catorce años no sabes lo que significa John Doe. ¿Ni siquiera porque es tu nombre?

Esto amedrenta al muchacho, pero lo enfrenta fingiendo rabia en la voz.

John: ¿De... Ehem… deberia?

Paulo: John Doe es un nombre que se le pone a desconocidos, los donnadies, los pobres diablos que mueren sin que nadie sepa quienes fueron o que fue de su vida. Gente a la que nadie le importa, por la que nadie daría un beli. Eso es lo que vas a acabar siendo, lo que eres justo ahora. 

John: Yo…

Completamente sin palabras, y descorazonado, John solo agacha la cabeza por completo, incapaz de replicar más.

Paulo: Ahora ve a tu cuarto y piensa en lo que has hecho. ¿Entendido? 

John:…

Paulo: ¿¡Entendido! ?

John:… Si,  señor Paulo.

Paulo le hace un ademán par que se vaya, y John así lo hace. Arrastra los pies todo el camino, pasillo y escaleras. Finalmente, llega a su habitación. Pese a que la comparte con otros seis muchachos, vacía en ese momento. Ellos aun están cenando. El, después de tanto jaleo, se ha quedado sin cenar. Su estomago ruge, pero es lo que menos le importa.

John: Un John Doe… soy un John Doe… 

Y aprovechando su soledad, se deja derramar algunas lágrimas. Nadie vendrá en un rato, pero no quiere que nadie lo mire así ni por casualidad, así que cierra la puerta a medio caerse con seguro y se dispone a cerrar las persianas de la ventana del ruinoso edificio, no obstante, justo cuando esta por hacerlo, se da cuenta de que hay un hombre mirando fijamente desde afuera.   

Capitulo 982: El observador

John no puede evitar sentirse incomodo al darse cuenta. ¿Quién es ese sujeto tan raro y porque mira fijamente hacia el edificio?

John: Sigue ahí parado…

El muchacho se sobresalta aún más cuando el hombre mira hacia él y retrocede un poco, pero por fortuna, el hombre se va inmediatamente después de verse descubierto. No obstante la sensación incomoda se le queda a John.

John: ¿Quién rayos era ese sujeto?

Por lo menos, se le quitan las ganas de llorar. La noche pasa sin pena ni gloria y al día siguiente, después del desayuno, el muchacho es encerrado en su habitación con llave, no sin antes, advertirle una vez más.

Carola: El señor y la señora Takarada llegarán en cualquier momento, y durante toda su visita, tu no debes… 

John: Ya se. Ya se. Me quedaré aquí. Muy callado, encerrado y pretendiendo que no existo.

Carola: Bien.

La mujer cierra de un portazo y echa la llave para cerrar bien. Derrotado desde ayer, John simplemente se echa en su cama a esperar que esa pareja que en definitiva no lo adoptará se vaya pronto.

John: Meh… A ver si se van antes de la hora de la comida.

Sin mucho que hacer, John se reparte el largo tiempo entre sus pasatiempos usuales. Contar cuantos hoyos tiene el yeso del techo. Jugar a lanzar uno de sus calcetines echo bola una y otra vez. Matar una que otra cucaracha ocasional con sus horrendas botas viejas…

John: *bostezo* Aburriiiiidooo.

Cuando se queda sin que hacer, el muchacho de ojos claros se tira en su cama a dormir un rato, en esperanza de hacer pasar más rápido el tiempo, pero al acostarse, oye un extraño ruido de aleteo.

John: Tch…. ¿Ahora que?

Es entonces que al mirar hacia arriba, nota un pequeño pajarillo. Parece que se ha colado por alguno de los agujeros del techo, pero ahora, no encuentra la salida y choca desesperadamente contra el techo.

John: Ahhh… un petirrojo.

El pobre pajarillo termina chocando tan fuerte en una ocasión que acaba por caer al suelo, cerca del pie de la cama del muchacho.

John: Tch… pájaro estúpido.

Pese a sus crueles palabras contra la pequeña criatura, John se levanta de la cama, se agacha y lo toma con cuidado entre sus manos, aunque el pajarillo se espabila tras el golpe, entra en pánico y empieza a picotearlo.

John: Tranquilo, bobo. No voy a lastimarte. El niño que mataba pájaros fue adoptado ya.

Luego, abre la ventana y suelta al avecilla, el cual de inmediato vuela hacia al cielo. 

John: Je. Vuela pajarillo. 

El muchacho se queda un momento viendo el punto hacia donde el ave voló. Mirando con anhelo y envidia como el petirrojo huye hacía su ansiada libertad. Eso es lo que le más le gusta a John, más que nada en el mundo, o más bien, lo único. Mirar a las aves volar. 

John: Que lindas. 

Se queda haciendo eso un rato hasta que ya no hay más aves que mirar, tras lo cual, se dispone a cerrar la ventana y tal vez ahora si dormir un rato, pero entonces, siente otra vez una mirada encima.

John: ¿huh?

Y al mirar hacia abajo, logra ver al mismo hombre que la noche anterior. 

John: ¿¡Otra vez el!? 

Cubierto por la sombra del árbol, el hombre aparece de nuevo como una silueta. Pero una vez más, igual que la noche anterior. El muchacho se hace instintivamente para atrás, y al hacerlo, el hombre nota una vez más su presencia y se va rápidamente. 

John: ¿¡Que rayos!? 

El muchacho intenta seguirlo con la mirada pero entra a un callejón literalmente al lado y lo pierde de vista. 

John: Este tipo…

Esto deja a John intranquilo el resto del día . Intenta dormir pero ya no puede. Solo se queda entonces ahí,  esperando a que lo dejen salir. Se pierde la hora de la comida y finalmente llega la hora de la cena cuando Carola le deja salir. 

Carola: ¿Pues que crees?  Adoptaron a una de las niñas pequeñas como siempre. ¿Tu ya aprendiste tu lección al fin? 

John: Señorita Carola. Vi a un hombre muy raro viendo al edificio. 

Pero ella le toma de a loco. 

Carola: ¿Qué sandeces dices, chico? 

John: ¡Pero es cierto! ¡Lo vi dos veces ya! ¡Y en cuanto lo descubro se va! 

Pero la cuidadora no esta para eso. Ha sido un día por la pareja de adoptantes y las “alarmantes quejas” de John solo terminan por hartarla. 

John: ¡Lo vi irse por el callejón pero…! 

Carola: ¡Aish! ¡Ya cállate y deja de decir mentiras! 

John: ¡Pero no son mentiras! ¡Yo…! 

Carola: ¡Veo que no aprendiste tu lección! ¡Si no te callas en este instante te dejare sin cenar! 

John: ¡Pe…! 

El muchacho corta su oración a la mitad y suspira. No vale la pena, nunca lo vale. La señorita Carola le deja salir, y John va a cenar la horrorosa comida del orfanato. Se sienta solo, y aunque Herman lo molesta otra vez, solo lo ignora y regresa a su habitación junto a sus otros compañeros de cuarto al terminar. 

John: Meh, vaya día de mierda. ¿Pero que día no lo es? 

Carola: ¡Fuera luces! 

Todo el edificio se queda a oscuras mientras los niños van a dormir. John se disponer a hacer lo mismo entonces, pero pasado un rato, no logra conciliar el sueño. Tiene un raro presentimiento. 

John: No me digas que… 

Lento y despacio, se levanta hasta la ventana y, lo mira otra vez. El mismo hombre que observa. 

John: Tiene…. Tiene que ser una broma. 

Aunque esta vez lo ve mas claramente gracias a una luminaria que parpadea. Un hombre en sus treintas. Cabello alborotado, ojos verdes y demasiado pequeño para ser un adulto. Esto hace que el muchacho pierda su miedo hacia él , y lo que es más, le molesta, especialmente cuando se va pronto al ser de nuevo descubierto. 

John: Tsk… ¡suficiente! 

En lugar de cerrar la ventana, John se agarra de la cornisa, y, con cuidado, baja por una tubería hasta un arbusto. John esta decidido a obtener respuestas. ¿Quién demonios es ese hombre y porqué  mira el edificio todo el tiempo?

John: ¡Hey! ¡Oye tu! 

El hombre escucha como es llamado pero apresura el paso hacia el callejón sin voltear siquiera. John le persigue pero al dar la vuelta, este ya no está. Mira a un lado y al otro pero no hay 

John:*en su mente* ¿¡A donde se fue!?

Hombre: No deberías seguir a extraños en la calle, en especial de noche.

John reacciona con pánico, especialmente porque oye la voz desde atrás. Girando con temor la cabeza, se encuentra con el mismo hombre que le ha estado mirando todo el día.

John: ¡T… tu!

Hombre: ¡Yo! Jejeje.

El muchacho se hace para atrás, pero de inmediato se pone en guardia.

John: ¿¡Q… Quién demonios eres y porque no dejas de mirar el orfanato como un pervertido?

El hombre no contesta, y por el contrario, se acerca hacia el, con una mano de frente. John, asustado de nuevo, solo alcanza a cerrar los ojos, pero los abre de inmediato sorprendido cuando todo lo que hace el hombre es tomar su pómulo herido anteriormente con delicadeza.

Hombre: Parece que te gusta meterte en problemas, ¿eh?

Eso impacta a John, mucho. Pero no tanto como lo que dice a continuación.

Bill: Je. ¿Tienes los ojos de tu madre?    

Capitulo 983: J al inicio. N al final.

Más tarde….

Bill:  ¿Quieres algo de beber? 

John:… 

Por razones que ni el propio John logra entender, ha terminado siguiendo al extraño y aterrador hombre hasta su casa por invitación de este. Un lugar destartalado, casi tanto como el orfanato y hasta más desordenado, pues parece que al mismo tiempo es un taller. 

Bill: Tengo…  leche… agua… leche ehmmm... Vodka… (alza una botella vacía) no Vodka ya no, lastima. Bueno, no se si bebas… No deberías beber, estás muy chavo todavía. Ah, creo queda café y ese te verde feo… ¿Cómo se llamaba? ¿Te verde? 

Un muchacho de la edad de John sabría que no debe ir con extraños, menos a sus casas y especialmente en un barrio tan feo, pero ese no parce ser un extraño cualquiera y John tambien lo sabe.

Bill: Entonces, ¿vas a querer algo?

John: No vine a eso, extraño hombrecito.

Bill: Je. Ese es un "extraño" insulto, ¿lo sabes, niño? ¿A que viniste entonces?

La actitud tan rara del hombre sigue poniendo de nervios y de malas a John y lo externa con su respuesta.

John: No te hagas el loco conmigo. Tu sabes a que vine.

Bill: Pues en realidad, solo tengo una vaga idea general, jejeje. 

John: Tch… no se ni para que lo intento 

John se dispone a levantarse del barril que le ha servido como silla en el tiempo que lleva ahí y largarse, pero apenas mueve el cabuz, el rostro de su raro anfitrión se pone serio. 

Bill: Es por lo que dije de los ojos de tu madre, ¿no?

John se para en seco y se le queda viendo fijamente, expectante, mientras que Bill regresa a su cantaleta alegre usual.

Bill:¿ Eso o lo de que dices que miro el orfanato como pervertido?

John: ¡Eso tambien!... Aunque, principalmente lo otro.

John vuelve a sentarse bien, con un rostro especialmente expectante.

John: ¿En serio la conociste?... ¿A mi madre?

Su extraño anfitrión solo sonríe levemente y asiente, lo que ilumina la mirada de John aunque este se mantiene calmo. Demasiado calmo, casi como temeroso. 

John: ¿Puedes decirme… como era ella? ¿Su nombre?... ¿Su forma de ser?

Bill: ¿Su nombre?

Esto pone melancólico a Bill de inmediato.

Bill: ¿Ni siquiera sabes su nombre?

El muchacho niega con la cabeza.

John: Lo único que se de ella es… que murió cuando yo nací. Ni siquiera logró darme un nombre y… tampoco supe el suyo jamás.

Bill mira compasivo y se sienta bien, ofreciendo un vaso de leche para John y sirviéndose otro a si mismo al mismo tiempo que contesta.

Bill: Bueno... el nombre de tu madre era Jubin.

John: ¿Jubin?

Bill: Jubin, sep. Con J al inicio y N al final. Bonito. ¿No?

John: Si… más de lo que hubiera creído. Se oye… especial.

Bill: Y no solo era especial el nombre. *da un trago a su vaso* Tu madre era tremendamente especial. Y muy hermosa.

De nuevo. Los ojos de John se iluminan. 

John: ¿Lo era?

Bill: Sep.  Era menudita.  *hace  gestos con la mano* Bajita, flaquita. Sin curvas que los hombres suelen apreciar pero con la cara más linda. De ángel. Su cabello clarito y sus ojos... Oof… esos ojazos suyos. Del color del ámbar, igual que… 

John:… los míos. 

John instintivamente los abre grandes, como si quisiera mirarse a si mismo, lo que le causa risa al hombre que le acompaña.

Bill: Si. Ella era tambien así. Con sus gracias. Era tierna, un poco boba pero muy amable… demasiado amable.

El hombre, que sonreía por el recuerdo, deja de hacerlo, lo que confunde a su joven invitado, y tambien, hace que le surja una pregunta.

John: Por cierto… ya se que conociste a mi madre pero… ¿Cómo la conociste?

Esto hace que el extraño hombre medio se atragante con lo que bebía, a lo que tose un poco, se limpia rápido y balbucea.

Bill: *ehem* ¿Qué en donde la conocí? Ahmmm pues… yo trabajaba como aprendiz de este mismo taller y ella… trabajaba justo afuera.

John: Oh… ¿y en que trabajaba ella?

John se queda con la duda un momento cuando Bill no le contesta, y por el contrario, se queda callado con una expresión incomoda. Pero luego, piensa en el camino que tono con Bill para llegar al taller. Lleno de esas mujeres con vestidos cortos y piernas descubiertas. 

John: No me digas que…

Bill, al comprender que el muchacho lo comprende también, solo suspira…

Bill: Bueno, pareces un muchacho listo. Muy perspicaz, si… creo que no vale la pena que lo endulce para ti si ya lo sabes…

La mirada de John se apaga de nuevo al oír lo que dice después.

Bill: Tu madre era una prostituta…     

Capítulo 984: Daga o Espada. 

Las horas pasan y John sigue con Bill en su destartalada casita, Bill le ha estado contando todo lo que recuerda sobre su madre, incluyendo las partes más turbias de su vida.

John: Se metió en eso para sobrevivir entonces…

Bill: Si, tu madre no tenía a nadie ni nada. Hizo lo que podía con lo que tenía, pero a pesar de eso, ella se veía feliz, pese a todo. Creo que por eso me cayó bien. Bueno, por eso y por lo amable que era. Ella siempre me dejaba notitas deseándome un buen día, y yo le invitaba algo de comer cuando podía. Estábamos juntos por horas.

El anhelo en la cara del extraño hombre llama la atención de John, y también le hace formularse una pregunta que no le termina de gustar.

John: Y… Alguna vez… ¿ustedes dos lo…?

John no termina y Bill no le entiende en inicio, pero la mirada incómoda del muchacho le dice todo, y lo alarma de inmediato. 

Bill: ¡Cielos, muchacho! ¡Pero claro que no! ¡Yo jamás le habría puesto una mano encima!

John: ¡Ya! ¡Ya! ¡Tranquilo, viejo!

Bill: ¿A quien llamas viejo, muchacho? Estoy en mis treintas. 

John: Aha, lo que tu digas lo que quiero decir es que…  se ve que eras muy cercano a ella. 

El carpintero no puede evitar sobresaltarse por la afirmación, pero la leve mueca alegre que esboza lo confirma, lo que hace que su joven invitado sienta cierta melancolía. ¿Porqué? Por lo que esta a punto de preguntarle 

John: Oye, viej… Bill. Si eras tan cercano como dices entonces con mi madre… ¿sabes quien fue mi padre? 

La mirada del anfitrión de la caseta se vuelve a oscurecer. Con esa expresión, se alza de nuevo a la alacena e intenta servirse vodka de la botella que ya él mismo había visto como vacía, falla obviamente y entonces vuelve a servirse leche, que bebe de un sonoro trago para luego sonreír de nuevo, aún sin contestar, impacientando a John por el espectáculo. 

John: ¿Eso es un si? 

El carpintero, viendo que no se rendirá sobre eso, se limpia la boca, derrotado, y dice… 

Bill: Algo sé de él, si. 

El rostro expectante de su joven invitado lo urge a continuar, y sabe que el muchacho ahí solo quiere respuestas, ¿Quién es él para no dárselas? 

Bill: Un cliente más de tu madre… un viajero parecía, *sarcasmo* como casi no hay por aquí, jejeje. Le pago la primera noche, todo normal. Pero luego empezó a buscarla todas las noches, le trataba bien, le hablaba bonito, la… 

John:… sedujo.

Bill: Jajaja. Tan joven y ya sabes ese lenguaje. Yo iba a decir que la enamoró. Pero lo tuyo también funciona. 

John: ¿Y… qué pasó? 

Bill: Tu madre dejó de cobrarle. Dejó de trabajar para estar con él. Y él hablaba de llevarla con él cuando terminara sus asuntos en este puerto olvidado por Dios. Pero un día él dejó de venir. Eso descorazonó a Jubin. 

John solo escucha en silencio, está ve,  mucho más serio. 

Bill: Me pidió que buscara algo de él, pero parece que él ni siquiera le dio un nombre real. Lo único que pude averiguar es que el dio que se fue también zarpó un barco de un pirata. “Espada Blanca” o “Daga Blanca” ese era el apodo del capitán. Nunca supe bien cual, los dos existieron y los dos eran famosos en su día. 

John: Espada… o Daga. 

Bill: Jubin volvió a trabajar igual que antes, siempre sonriente, aunque se que en el fondo seguía esperando por él. Luego, un día dejó de venir junto al taller. Ya nadie la vio trabajar aunque aún la veían por la calle. Ella me lo contó entonces un día que fui a buscarla. Había un bebe en camino.  Luego, todos dejaron de verla, y finalmente, la noticia de lo que pasó llegó meses después. Creo que el resto lo conoces. 

El silencio llega después de eso. Un buen rato. Bill se vuelve a acabar otro vaso de leche mientras, pero John no reacciona, solo mantiene su vista en el suelo, lo que comienza a preocupar al carpintero. 

Bill: Oye, muchacho. ¿Todo bien? 

John: Es su culpa. 

Bill: ¿Huh? 

John: Si no hubiera sido por ese tipo, “Daga Blanca”… 

Bill:… O Espada blanca. 

John: Lo que sea. De no ser por él yo nunca hubiera existido. Y mamá no habría tenido que morir así. 

Pero tras estas palabras, Bill lo toma por los hombros y lo agita un poco. 

Bill: Wowowo. Calmado, niño. Lo que le pasó a Jubin no es culpa de nadie, y menos tú. Además, algo que no sabes pero yo sí. Tu madre te amó cada segundo desde el momento en que supo que vendrías a este mundo. 

La cara de sorpresa que pone el muchacho por eso es sobrecogedora. En especial cuando empieza a derramar unas lágrimas, muy para el pánico de Bill. 

Bill: No… no llores. Dios, nunca se que hacer cuando la gente llora. Ahmmm…. Un chiste. ¿A dónde fue la niña durante el bombardeo…? No, espera, ese es muy cruel…ahm…

John: ¿En… en serio? 

Bill : ¿en serio que? ¿El chiste? Si, es cruel. 

John: Eso no. Lo de mi madre… ¿ella… me amaba? 

Bill: En serio. ¿Crees que esta es la cara de alguien que puede mentir? 

Inesperadamente, John se empieza a reír un poco, para alivio de Bill, el cual empieza a carcajearse, aunque él suena más loco que feliz. Cuando al fin ambos paran, John le hace otra pregunta. 

John: ¿Puedes contarme más? 

Capítulo 985: Bienvenido

El rato pasa  y Bill y John siguen ahí en el taller. El mayor cuenta historias de Jubin al menor y el menor escucha alegre. Tambien, comparten anécdotas propias. Todo con un vaso de leche en la mano cada quién. 

John: Nahh. No te creo que jamás hayas estado en prisión. 

Bill: Pues aunque no lo creas. 

John: ¿Ni por dinamitar el bosque? 

Bill: Para eso tendrían que atraparme. Además, no se porque te quejas tanto por la dinamita. Es más fácil asíi, beheheheheh.

John: Pfff… Estas loco, hombre. Como una cabra. Una cabra loca. 

Bill: aww, ¿y pero no soy lindo? *pone ojitos tiernos*

John: Iugh, no. 

Bill: Behehehehe, ya se. 

Tanto tiempo ha pasado, tantas horas, que empiezan a filtrarse los rayos del sol por las ventanas. El muchacho pelirrojo, al notarlo, de inmediato se alarma. 

John: ¡Maldición! ¡Ya es de día! 

Bill: ¡Y yo tengo que abrir el taller ya sin haber dormido! ¿¡Porqué a mi!? 

John: ¡ No, no lo entiendes! ¡Si no estoy en mi cuarto para la hora de despertar me meteré en problemas!

Bill: Ufff, yo al menos puedo dormir en el taller, se que nadie vendrá. Pero lo tuyo es un problema. 

John: ¿En serio, Sherlock? Ya me voy.

El muchacho se dispone a salir, pero su anfitrión le avienta algo en la cabeza justo cuando abre la puerta. 

John: ¡Oye! 

Bill: Solo para que lo sepas, muchacho. Siempre eres bienvenido aquí,  si es que quieres descansar de toda la mierda del orfanato. 

El hombre señala la mejilla de John, aun lastimada de antes. A lo que John se ruboriza y se va. Aunque no sin antes gritar un… 

John: ¡Gracias! 

Corriendo a todo lo que dan sus piernas, John regresa al orfelinato tan rápido cono puede. Se trepa la cornisa, y logra meterse por la ventana. Sus compañeros aún duermen. Nadie le ha visto. 

John: Ufff… Salvado. *bostezo*

Cansado por la larga pero amena jornada, se tira en su montañoso remedo de colchón para dormir un rato, aunque el gusto no le dura más que unos minutos. 

Carola: ¡Si no se levantan ahora, no les tocará desayuno! 

Con todo el cansancio de su alma, John tiene que bajar con el resto de niños. Que perfectamente podría saltarse el desayuno después de tantos vasos de leche y unas salchichas fritas que hizo Bill, pero no quiere que nadie sospeche. 

Herman: Ja. ¿Qué pasa con esa cara, Doe? 

John: Hmphm…  Déjame en paz, Hermen. 

Herman: ¡Es Herman, basura! Tsk… mírate esa cara. Seguro que estas así por estar gimiendo como p*ta toda la noche de que te dan por atrás.  

Pero John le ignora, desesperando al niño gordo y alguno de sus amigos. 

Herman: ¿No te defiendes como hombrecito? Ja, lo sabia. Eres una puta. Igual que tu madre. 

Ante este comentario, John si voltea, y Herman sonríe porque cree que al fin logró provocarlo. Pero para su sorpresa, John le sonríe con sorna. 

John: Tienes razón, Herman. Mi madre era una prostituta y ganaba dinero por eso. ¿Cuál es la excusa de tu madre para haberlo hecho gratis? 

La cara del niño rechoncho se pone morada de rabia mientras se oyen varios ¡Woaaahh! De otros niños alrededor. 

Herman: Miserable. ¡Como te atreves! 

Herman le toma del cuello dr su camiseta, listo a golpearlo. Pero justo en ese momento, se oye la fuerte voz de Carola entrando a la habitación y tiene que soltarlo de inmediato.

Carola: ¡Hay noticiad, niños!

Herman: Tsk…

John: Ja. 

Niña: ¿Que pasa, señorita Carola? 

La gorda mujer se ve apurada pero sonriente. 

Carola: Lávense la cara, las manos, los dientes, vístanse, péinense bien… y limpien sus pantalones.

Niño: ¿Para que?

Carola: Acaban de llamar al señor Paulo. Hoy vendrán a adoptar.

Los niños hacen lo que se les pide, emocionados. Incluso John, que esta feliz porque al haber cumplido ya su castigo, se le permite ir con los demás. El día solo parece mejorar. Finalmente, Carola llama a los niños de nuevo, que salen a recibir a sus posibles futuros padres.

Carola: Espero su mejor comportamiento, niños.

Niños: Si, señorita Carola.

Finalmente, la puerta de la sala donde esperan se abre, revelando a Paulo, aunque con el solo va otra persona y no los padres que ellos esperaban. Un hombre vestido de traje completamente negro, gabardina cubriéndole los hombros , gran sombrero, bastón y mirada muy intimidante, que hace a los niños se les vaya el entusiasmo de inmediato.

Paulo : Niños. Digan “bienvenido” al señor Gooseberry.  

Capitulo 986: Oveja negra

Instintivamente, todos los niños se hacen para atrás, queriendo evitar como la plaga al tal “Señor Gooseberry”,  el cual camina entre estos, formando un pasillo mientras se hacen a un lado. 

Paulo: ¿No van a saludar, niños? 

Niños: ¡…! B… buenos días, señor Gooseberry. 

Ni Carola ni Paulo parecen notar el mal rollo que este hombre parece causar en los niños. Eso o les da igual.  Pero justo cuando los niños no podrían parecer más asustados, el Señor Gooseberry habla.

Gooseberry: Que pequeños tan educados. Buenos días, niños. Pueden llamarme Goose si quieren.

Todos estan asombrados, hasta los encargados del orfanato. La mueca intimidante del hombre da un giro de 180 grados para convertirse en la sonrisa más brillante que alguien pudiera imaginar, y de sus labios sale una voz impresionantemente dulce. Los niños pierden entonces su miedo hacia él y comienzan a acercarse.

Gooseberry: ¿Quieren dulces niños?

El posible adoptante no deja de ofrecer dulces de grosella a los pequeños, que los comen felices, llenándose los cachetes de pegajoso color rojo.

Gooseberry: ¿Quién quiere jugar a la gallina ciega?

Niños: ¡Yo, yo, yo yo!

Juega con todos los que puede. Aunque parece que los juegos le fastidian rápido, pasa un buen rato ahí. De hecho, se queda hasta la hora del almuerzo y come con los niños. Esto si pone un poco más nerviosos a Carola y Paulo, que saben que la comida que dan a los niños es basura, por lo que ordenan al cocinero le prepare una ración como la que suele dar a ellos.

Carola: ¿D… disfruta su comida, señor Gooseberry?

Gooseberry: Por supuesto, por supuesto.

Tambien aprovecha la comida para hablar con otros niños, especialmente, los niños mayores, entre los que se incluyen Herman y el propio John.

Niña: ¿En donde vive, señor Gooseberry? ¿Cómo es su casa? 

Gooseberry: ¿Mi casa? Pues es un lugar muy grande, lleno de gente. Todo el tiempo hay fiestas y las mujeres que atienden son todas muy amables. 

Niña: ¡Ohhhhhh! 

Gooseberry: Pero, no hablemos de mi. Quiero saber de ustedes. Se ven todos muy atléticos, niños. ¿Les gusta hacer ejercicio?

Niño: Si. Pero solo nos dejan en el patio.

Gooseberry: Oh. ¿Cómo que? ¿Carreras? ¿Escalada? 

Herman: Si. Y cuando hacemos carreras, yo siempre gano corriendo.

John: *En voz baja* Si, porque va rodando.

El niño regordete le ha oído, y se pone furioso pero solo se queda ahí humillado al no poder hacer nada justo ahora. El señor Gooseberry voltea a ver a John, un tanto inquisitivamente.

Gooseberry: ¿Y la mejilla… te la lastimaste corriendo también , niño?

El tono en que lo dice sugiere que sabe perfectamente que John se causo eso en una pelea, lo que también le deja avergonzado. No obstante, la conversación sigue.

Niña: Jossie es la que corre más rápido de las niñas. Hace gimnasia. Y tambien toca varios instrumentos. 

Jossie: Jeje… no es para tanto. 

Después de comer, el señor se retira a la oficina de Paulo para revisar unos asuntos  y pasan varias horas en ello. Horas en las que Herman no deja de molestar a John.

Herman: ¡Idiota! ¡Me humillaste en frente del señor!

John: ¡Tu te humillas solo, a mi ni me digas!

Niños: ¡Pelea, pelea, pelea, pelea!

Una vez mas, llegan a los golpes. Y ya que Carola esta ocupada en cualquier otra parte, esta vez solo se detienen una vez que Paulo ha salido con el señor Gooseberry, presenciando los dos la escena horrorizados.

Paulo: ¡Niños! ¿¡Que demonios estan haciendo!

El grito los hace parar en seco, no obstante, sus rostros estan hechos mierda ya. 

Herman: ¡…! *señalando a John* ¡El empezó!

John: ¡No es cierto!

Paulo:¡ No me importa quien empezó!

Los gritos de Paulo no les importan tanto, John especialmente ya está acostumbrado. Pero la mirada del señor que viene a adoptar denota un asco absoluto.

Gooseberry: Tsk… que bueno que decidí adoptar a alguien más. No necesito niños problemáticos ni ovejas negras. 

El hombre mira especialmente a John al decirlo, lo que le cala dentro, muy profundo. 

Paulo: Lamento que viera esto, señor Gooseberry. ¡Ustedes dos, a mi oficina, ahora! 

Esto le parte el corazón a ambos muchachos. Una vez más, rechazados. Pero, si ellos no fueron adoptados, ¿Quién si?

Paulo: Jossie. Que Carola te ayude a guardar tus cosas. Te iras con tu nuevo papá.

Gooseberry: Si… papá. ¿Quieres ir conmigo, pequeña? 

La niña de antes, una pequeña no mayor que John, de cabello negro y ojos verdes como lagarto, reacciona primero confundida y luego emocionada. De inmediato corre a hacer sus maletas, totalmente feliz.

John: Tsk…

Herman y John por su parte se disponen a ir a la oficina, derrotados y lastimados tanto física como figurativamente.  

Capitulo 987: Sin amor en el mundo

Pequeño anuncio antes de que lean este capitulo...

Un día como hoy pero hace 5 años, escribí el primer capitulo de la historia de los Piratas del Ave Azul. 986 capitulos más tarde, ¿quien iba a creer que aqui seguriamos? Jeje. Gracias por acompañarme tanto tiempo. Me leean o no, he llegado a considerar a todos aquí mis amigos, me han acompañado en las buenas y en las malas y en la peor de todas, y son para mí un santuario y un hogar. Ya saben porque siempre les digo pero lo repito una vez más. Gela, Gara, Neo, Piece, Xini, Troy, Kanda, Shen, Jack, Olgui, Crea, Roto, Kiza y todos los que tuve la dicha de conocer aqui, LOS AMO A TODOS.

Disfruten el capi.

...

Más tarde… 

Paulo: ¿¡Se dan cuenta de lo monumentalmente estúpidos que fueron!? 

Herman y John reciben los gritos del director del orfanato en su oficina. Los dos siguen todos llenos de golpes y con la boca y nariz rota respectivamente. No los han dejado ir a la enfermería, y por el tono de voz de Paulo, no parece que tenga planes de hacerlo. 

Paulo: Han hecho quedar mal a este lugar. Menos mal que el señor Gooseberry decidió adoptar a pesar de su despliegue de imbecilidad. 

La cara que tiene el hombre es de las más furiosas que se le han visto a un ser tan impávido como Paulo. Herman, no acostumbrado a ser el regañado, intenta salir del paso como sea. 

John:… 

Herman: Lo… lo siento, señor Paulo. John empezó y… 

Paulo: *con voz grave* Ya les dije… que no me importa… quien empezó. Ambos demostraron comportamientos reprobables que pusieron en riesgo la reputación de este lugar. De John, no me sorprende ya, pero de ti, Herman… 

El pelirrojo muchacho sigue sin decir nada, permanece callado, con la cabeza gacha, mientras que Herman repite “lo siento” como si fuera un dial de tono defectuoso. 

Paulo: ¿Quieren que nos quiten el fideicomiso? ¿Quieren que ustedes y todos los niños acaben en la calle? 

John:… 

Herman: No… 

Paulo: ¡Pues pareciera que si! ¡Estan castigados hasta nuevo aviso! ¡Tienen prohibido ir al patio y no podrán ir a ninguna convivencia con los adoptantes hasta que yo lo diga! ¡¿Entendido!? 

Herman: *sniff* Si, señor Paulo.

John:… Si. 

Pese a lo enojado que esta, hasta Paulo se sorprende que John aceptase su castigo a la primera, pero la rabia no se le baja con nada. 

Paulo:…  ¡Ahora vayan a su habitación! 

Y así lo hacen.  Herman llorando y John cabizbajo a sus respectivos cuartos. En cualquier otro día agradecería no tener que ir al mismo lugar que el gordinflón ese. Pero hoy no. La cabeza de John hoy esta llena de tormento. Piensa en como ha su vida hasta ahora, su vida que ha pasado entera en el orfanato. 

Paulo: John Doe es un nombre que se le pone a los desconocidos, a los donnadies, los pobres diablos que mueren sin que nadie sepa quienes fueron o que fue de su vida. Gente a la que a nadie le importa, por la que nadie daría un beli. Eso es lo que va a acabar siendo. Lo que eres justo ahora.

Carola: ¡Aish! ¡Ya cállate y deja de decir mentiras!

Y toda es lo mismo, llena de insultos, de desdén. 

Herman: Se nota que eres un puto, igual que tu madre.

John mira por su ventana, en donde el señor Gooseberry deja a su ahora hija despedirse de quienes fueron sus compañeritos, lo que llena de tristeza a John. Pensó que tal vez un día el también podría ser adoptado y conseguiría tener unos padres amorosos, un hogar feliz y crecería para ser un buen hombre con una buena familia. Pensó que tal vez, esta vez… 

Gooseberry: No necesito niños problemáticos ni ovejas negras. 

Pero no, no hay amor para él en el mundo. Se quedará en ese mugroso lugar hasta que se pudra ahí,  o hasta que lo corran en su mayoría de edad. Nadie lo ama… 

… 

John: No…

No, eso no es cierto. 

Bill:  Tu madre te amo cada segundo desde el momento en que supo que vendrías a este mundo.  

… 

Bill: Solo para que lo sepas, muchacho. Siempre eres bienvenido aquí,  si es que quieres descansar de toda la mierda del orfanato.  

Y si que descanso las horas que estuvo ahí. Y entonces, junta A y B. Es muy simple entonces. Si no lo quieren ahí…

John: Ábrete, maldita ventana, ábrete.

… Debe ir a donde si.

Carola: ¡John! ¿¡Que estás haciendo?!

La mujer y los niños que aun se despedían de su compañera observan asombrados como John se salta de la ventana para salir de ahí, lo que le hace distraerse y quedar colgando. Carola queda especialmente horrorizada por eso, aunque es más por la mala imagen que daría un niño herido que por lo que pueda pasarse.

Jossie: ¡Se va a caer! 

Gooseberry:....

Pero John logra recomponerse lo suficiente para caer en el arbusto, aunque aun se lastima la muñeca bastante feo.

John: ¡Aghhh! ¡Me lleva!

Carola: ¡John! ¡Maldición!

La gorda mujer va corriendo a donde esta pero en cuanto John lo nota se levanta y se va corriendo sosteniendo su mano herida.

Carola: ¡Vuelve acá!

John: ¡Ni lo creas, gorda roñosa!

La mujer y el encargado de seguridad que rara vez algo corren tras él, aunque ella se cansa rápido por la carrera y el enojo. Todos los otros niños observan. Tambien Gooseberry y su “nueva hija”, con quienes la mujer regresa. 

Carola: Lamento eso, señor. Ese chico es un verdadero suplicio, pero ya le darán su merecido cuando lo traigan de vuelta.

Gooseberry: Se ve que le hace falta. Jossie, nos vamos. 

Jossie: ¿? Si, papi. 

Gooseberry: Papi... suena bien.  

Pero pasan las horas y el guardia no le encuentra, así que todos los adultos del orfanato termina buscándolo por todo el puerto. Sin éxito y muy para sus nervios.

¡John! ¡JOOOOHN! 

Carola: ¡Ese mocoso…

Paulo: ¡¿A donde fue!?

Bill: *cantando* Si en una rosa estas tu, sin en una rosa… ¡aghhh!

El extraño hombre, que venia volviendo a casa después de comprar algo de comida y licor para la semana, ha tropezado con algo justo a la entrada y por la oscuridad de la noche ya bien entrada, no lo ha visto hasta que ya esta de bruces, tirando sus valiosas viandas.

Bikk: Ughhh, hijo de la…

Pero para su sorpresa, lo que lo ha tirado se queja un poco, y cuando voltea a ver que es, se sorprende al ver un quien.

Bill: ¿¡Muchacho...?!

John, sentado en posición fetal y aferrado a sus rodillas, sonríe al verle, pero casi de inmediato, sus ojos lagrimean, alarmando a Bill, aunque la sangre en su cara debe de tener que ver también.   

Capítulo 988: Nadie quiere construir los barcos

Bill: Toma. Póntela antes de que se derrita.

Tras la sorpresa de encontrarlo así, , Bill de inmediato le ha abierto las puertas de su casa. Le ha ayudado a limpiar su cara, y tambien, le ofrece una bolsa con hielo para su muñeca lastimada.

John: Gracias, viejo… 

Bill: ¿Seguro que no quieres que te lleve al doctor? No tengo para la consulta pero es buen tipo y tal vez pueda dejarle un pagaré o…

John: No, no. No quiero que nadie más sepa donde estoy, no quiero…

No quiere volver al orfanato ni por casualidad, y teme que lo encuentren. Bill no sabe lo que ha pasado, pero no le es difícil inferirlo por el estado de su cara.

Bill: *Con un vaso de Vodka… con leche en la mano* ¿Y entonces, muchacho? ¿Qué quieres hacer ahora?

John: Pues... Planeaba quedarme aquí. 

Bill: ¡¿Quedarte aquí!?

John: ¡T…tu dijiste que podía!

Bill: ¡Si! ¡Pero por unas horas! ¡Un día si quieres para liberar tensión!! ¡No permanentemente!

La cara de John se hunde al oír estas palabras, con sus ojos anegados. Bill, viendo de esto, de inmediato entra en pánico y hace su vaso a un lado para tomarlo por los hombros.

Bill: ¡Wowowowo! ¡Está bien! ¡Tu ganas, tu ganas! *suspiro* Puedes quedarte aquí.

John: *su cara pasa de triste a emocionado*¿Si?

Bill: Si. Puedes dormir aquí y lo que quieras pero vas a tener que ayudarme.

John: ¿Ayudarte…?

Bill: No gano tanto para alimentar a ambos. Podrás quedarte aquí todo lo que quieras, pero tu comida la pagas tu… y una ayuda con las demás cuentas tampoco estaría mal. 

El muchacho pelirrojo ya no suena tan entusiasmado con el plan, pero luego vuelve a balancearlo con su situación previa. En el orfelinato tenia comida asegurada, si. Pero solo si se portaba “bien”, una definición muy ambigua para Paulo y Carola. Además de que esa comida sabe a mierda.

John: Me vale.

Bill: Vale entonces. Hoy yo invito la cena. Pero mañana la pagas tu.

John: Ok…

Ambos se sientan a la mesa entonces. No es nada ostentoso pero a John le sabe menor que nada. Esta noche no hay mucha conversación y ambos están cansados, así que van a dormir, Bill en su cama y John en el único sofá de la casucha. El muchacho se acomoda en el mueble, mientras que el adulto le observa desde la puerta sin puerta de su cuarto. 


Bill: Si te da frio puedes tomar otra manta de la montaña de ropa.

John: Ok. Gracias.

Bill: Yo me voy a jetear. Así que… ¿Cómo se decía?

John: ¿Hasta mañana?

Bill: No… eso no. ¿Cómo se decía? Empezaba con B.

John: ¿Buenas noches…?

Bill: No, tampoco…

El sueño y la paliza del día hacen que John esté ya muy cansado para escucharlo, así que se acuesta de lado, dispuesto a dormir… 

Bill: ¡Ah si! Bienvenido a casa.

Y sonríe al oír esto, para luego al fin pegar el ojo, y pese a no tener cama, dormir con más paz que nunca en sus jóvenes 14 años.

Un par de meses más tarde...

Bill: *cantando *Trabajo muy duro, como un esclavo… ay,  ya se me olvido… bueno, páguenme dinero.

El hombre esta trabajando muy afanosamente en su taller. De hecho, lleva en ello toda la tarde y se le ve bastante feliz, humor contrario  de su roomie, que va entrando. 

John: ¿Un barco… ?

Bill: Exactamen… ¡woahh!

Solo al voltear a verlo es que se da cuenta de que el muchacho está completamente cubierto de tizne y huele a rostizado. 

John: Si, ya se.

Bill: ¿Qué te paso ahora?

John Pues que ya no tengo trabajo. Pollos Pepe se quemo.

Bill: Ooof. ¿Te pagaron liquidación al menos?

John: ¿Tengo cara de que me pagaron?

Bill: Oof. Bueno, creo que yo pagare la cena hoy.

John: Nah. Eso lo tengo cubierto al menos.

El muchacho saca de una bolsa unas cuantas piezas de pollo a medio chamuscar.

Bill: Bueno. Es algo.

Cenan ahí mismo en el taller, pues Bill no parece tener la intención de querer dejar de trabajar. A la par, comentan la situación del muchacho.

John: No se que hacer, Bill.

Bill: Consigue otro empleo.

John: Woah. Por Dios. Que gran idea. ¿Cómo no se me había ocurrido?

Bill: Oye, calmado. Que aquí el sarcástico soy yo.

John: No. ¿En serio?

Mastican su pollo lentamente a ratos. Pero luego reanudan la conversación con la misma 

Bill: En serio tienes que conseguir otro trabajo, John. Ya es el quinto que pierdes.

John: ¿Crees que no lo se? Pero los que hay son mal pagados o ya me despidieron por x o y.

Bill: ¿Y en un taller? Yo no puedo pagarte un sueldo pero alguien más si. 

John: Sabes que no se me da eso y tampoco me gusta. A mi me gusta más, ir a todos lados. No quedarme en el mismo lugar y dejar que mi trasero se deshaga. 

Bill: Plis… por eso no tienes trabajo. Y por eso este mundo no progresa. Balahehheheheh. 

Bill sigue riéndose mientras trabaja incansable con una mano y se zambute una pierna con la otra, lo que hace que John le mire con detenimiento. Si que es un trabajo de calidad, pero, ughh… Detesta el trabajo manual, y entonces deja de prestarle atención. 

Bill: Bueno, es la historia de siempre. Todos quieren navegar, pero nadie quiere construir los barcos. 

Por alguna razón esa frase hace que John habrá mucho  los ojos. 

Bill: Como sea, ¿me pasas la salsa?

John: ¿Qué dijiste?

Bill: ¿me pasas? 

John: No, antes.

Bill: ¿Todos quieren navegar, pero nadie quiere construir los barcos? 

John: ¡Eso! ¡Eso es! 

Bill: ¿Qué? 

John: Navegar…    

Capitulo 989: La hija del señor Gooseberry

Al día siguiente…

Desde temprano en la mañana, aunque no tan temprano en realidad, John se ha levantado, aseado, se ha puesto sus únicas galas y ahora esta en la búsqueda de trabajo en los barcos de los muelles. Son solo pesqueros y algún mercader ocasional, pero un va con esperanza de tal vez, aprender a navegar y satisfacer ese deseo aventurero que le comienza a surgir en él, pero…

Hombre: Lo siento, chico. No tienes experiencia.

John: Pero… ¿Cómo se supone que tenga experiencia si no me da trabajo?

Y no ha ido nada bien. Igual que antes. “Necesitamos a alguien más capacitado”, “No hay plazas disponibles”, “No puedo pagarte un sueldo”, son algunas de las contestaciones que ha recibido. Justo como la que acaba de recibir del jefe del último lugar.

John: Bueno… gracias.

El muchacho se dispone a seguir buscando, ya bastante desanimado pues lleva en ello todo el día. No obstante, uno de los empleados de la última nave, que carga cajas incesablemente, le llama por lo bajo.

Hombre: Psss… ¡chico!

John:¿Hmmm?

Hombre: ¿En si de que estas buscando trabajo? ¿Poleas? ¿Timonel?

John: Yo… Ahmm… lo que sea, solo quiero trabajar.

Hombre: Ya veo.

El hombre, cargando aun una de las cajas con una mano, mete la otra en su pantalón y le entrega una tarjeta de negocios en un elegante color negro y cereza.

Hombre: Ve a la bodega frente al último muelle y pregunta por Currant. Di que quieres trabajar en su barco.  Ese hombre siempre paga bien y no pide nada más que disposición para trabajar. ¿Te interesa?

John: Hmmm, ya veré.

Y es que si que le interesa. Pero no quiere parecer muy deseoso, así que toma la tarjeta con tranquilidad y se retira. Aunque a unos cuantos metros avanzados, el hombre parece recordar algo y le grita.

Hombre: ¡Ve de noche! ¡De día no te recibirán!

John: ¿Ok…?

Sabiendo eso, y estando cansado por haber caminado todo el día. John decide retirarse simplemente a casa de Bill, el cual lo recibe ya con la cena del día.

John: ¿Son Hamburguesas con tocino…? *babea*

Bill: Sep. Invito hoy. Pero en serio, muchacho. Necesito que consigas empleo. ¿Como vas con eso?

John: Pues…

El muchacho mira la tarjeta que le han entregado antes, admirando las iniciales CG en cereza sobre el fondo negro.

John: Puede que si.

Después de comer y descansar, y una vez anochece, John va adonde le han dicho. Para los estándares de Capricorn, el lugar es aun más feo que de costumbre.  Más gente malacara alrededor. Más prostitutas. Mas basura, mas todo lo malo. Ya frente a la bodega. Ve a un hombre cuidando la entrada, el cual le mira mal al acercarse, lo que le hace sentirse algo intimidado.

Hombre: Creo que te perdiste, mocoso. El jardín de niños está del otro lado.

John: ¿Qué?.... No, no. Busco al señor Currant. Me dijeron que podía… darme trabajo… En su barco.

El hombre se da cuenta de la tarjetita en la mano del muchacho, y entonces empieza a cambiar su mirada.

Hombre: Hmm. ¿Quién te mandó?

John: Ah… no pregunte como se llamaba. Un tipo del muelle 9 creo.

Hombre: Ya veo...

El hombre lo mira de arriba para abajo. Su ropa gastada y su cuerpo medio enclenque.

Hombre: ¿Tus brazos pueden cargar más que tu propio peso?

John: Si.

Hombre: Me vale. Trabajaras en la nave del señor Currant. Empiezas el martes a las 2 am. Llega a tiempo, y no traigas a nadie.

John: ¿y… ya? ¿El empleo es mío así de fácil?

Hombre: Así de fácil. Ahora largo antes de que cambie de opinión.

El muchacho, aunque incrédulo, acaba por sonreír y sale corriendo.

John: ¡Gracias!

El hombre, mira como se va el muchacho, un tanto hastiado. Prende un cigarro y da una calada antes de que la cabeza de una chica de cabello negro aun más joven que John se asome por la puerta de la bodega, lo que le hace poner mala cara de nuevo .

Chica: Ahmmm… ¿Meify?

Hombre: ¿Cuántas veces tengo que decirte que es Señor Orso? ¿¡Que quieres, mocosa!?

Chica: Mi padre quiere hablar con usted sobre el encargo de esta semana.

El tal Meify Orso, da otra calada a su cigarro, antes de arrojarlo al suelo y pisarlo para entrar.

Orso: ¿¡Qué pasa Currant!?

John, por su parte, regresa a casa y cuenta emocionado la noticia a Bill, el cual se ve genuinamente feliz por él.

Bill: Te felicito, muchacho. Da todo de ti.

John: Claro que lo voy a hacer.

Y eso pretende. El día que le han dicho, llega unos media hora antes para asegurarse de que todo salga bien. El hombre que le atendió el día anterior no esta, y de hecho la bodega esta cerrada, aunque alcanza a ver que sale luz bajo la puerta.

John: ¿Tendré que esperar?

El muchacho espera a que de la hora, pero faltando cinco para las dos, nadie sale. Por lo que al fin, se decide a tocar, y entonces le abre la puerta la chica que estaba la noche anterior. Pero, la cara de sorpresa de los dos es evidente.

Chica: ¡…!

John: Yo te conozco… Estabas en el orfelinato… ¡tu eres Jossie! ¡Te adoptó el tal Gooseberry ese día!

La chica de inmediato se pone nerviosa, pues tambien le reconoce.

Jossie: ¡Tu!

Capitulo 990: Aldebaran

Jossie: ¿¡Q… que haces aquí!?

John: Vengo a trabajar. Hoy es mi primer día.

Jossie: ¡¿Tu eres el chico nuevo!? Ay no… ¡Tienes que irte!

El rostro de la chica denota urgencia y desagrado por la situación, algo que el pelirrojo no toma nada bien.

John: ¡No me voy a ir! ¡Al fin tengo empleo y no lo desecharé solo porque tú lo dices!

Jossie: ¡No, no lo entiendes! ¡Tienes que salir de aquí!

Orso: ¡Mocosa!

Jossie: ¡!

El hombre mal encarado llega desde dentro de la bodega, con una botella medio vacía en la mando.

Orso: ¿¡Que demonios haces ahí con la puerta abierta!?

Jossie: Ahmm…

La cabeza de John alcanza a verse, lo que hace sonreír ligeramente al hombre.

Orso: Ah, chico nuevo. Llegaste a tiempo. Bien. Entra ya, te llevaré con el jefe para explicarte algunas cosas.  ¡Y tu también mocosa, que te ocupan adentro!

John pasa, poniendo una mirada burlona a Jossie al pasar, aunque ella se ve más asustada que molesta por eso. Ella cierra entonces la puerta, y ambos siguen al tal Orso a través de la bodega llena de cajas, y luego por un pasillo con varias puertas a través una de las cuales, alcanza a oírse música algo fuerte.

John: Parece que se divierten allá dentro.

Orso: No viniste a divertirte niño, viniste a trabajar.

John: Si, señor…

Finalmente, llegan a otra puerta, aunque justo antes de abrirla, Jossie toma la capucha de la chaqueta de John y la pasa por sobre su cabeza, cubriendo su cabello rojizo por completo y ensombreciendo su rostro.

John: ¡Oye, que te…!

Jossie: Shh…

Orso abre entonces la puerta, revelando una oficina, con un gran escritorio lleno de papeles, una gran silla y un hombre. Un hombre ataviado con un traje negro y un sombrero de plumas rojas que John reconoce.

John:…Gooseberry…

Orso: Currant. Aquí está el nuevo para tu nave.

John se queda medio tieso cuando Gooseberry/Currant alza la mirada y le observa directamente, con un ceño fruncido.

Currant: ¿Este es? Hmm… se ve… pequeño.

Orso:Dice que si puede cargar así que da igual.

Currant: Aha… ¿y el nombre?

Orso: ¿Qué nombre? Ah, el suyo. No se, no se lo pregunte. ¿Tu nombre mocoso?

El muchacho sigue nervioso por encontrarse con ese hombre, especialmente porque teme que pueda llamar al orfanato si lo recuerda.

John: Ahmm… Mi nombre…

Currant: Si, tu nombre. ¿Qué eres tonto o sordo?

John: Ahmmm… mi nombre es…

Jossie: Aldebaran.

John: ¿Eh?

Jossie: *murmurando* Sígueme la corriente. *voz normal* Tu nombre es Aldebaran, ¿no?

John: Ah… si, si. Aldebaran… Doe, señor.

Los dos chicos se quedan esbozando una sonrisa nerviosa, aunque Currant no parece muy complacido.

Currant:¿ Y tu como sabes eso, Josephynn? ¿Le conoces?

Jossie: No, no… él… me lo dijo en la entrada.

Currant: Ya veo…

Hay un silencio incomodo con la inquisitiva mirada del hombre encima, pero este al final solo habla.

Currant: El señor Meify Orso aquí presente te enseñará como se manejan las cosas por aquí. Ahora, lárguense a trabajar.

Orso: Vamos, mocoso.

John: Ahm… si.

El muchacho se retira siguiendo al otro hombre, quedando ahí solo padre e hija.

Currant: ¿Y porque no estás atendiendo tus deberes?

Jossie: Ahmm… no… no se cuales son. Mei…El señor Orso solo me dijo que fuera adentro.

El hombre se soba las sienes, visiblemente molesto.

Currant: Ese idiota. Por adentro me refería al otro cuarto. Hay clientes nuevos. Sírveles algo. Y ya sabes, no hables con ninguno de ellos.

Jossie: Si, padre.

Currant: ¿padre?

El hombre parece un poco decepcionado, así que la chica se corrige.

Jossie: Papi…

Currant: Si, así esta mejor. Ahora ve.

La chiquilla pelinegra esta apunto de marcharse, pero…

Currant: Ah. Y hablando de no hablar con la gente, tampoco quiero que te acerques a ese tal “Aldebaran”. ¿Entendido?

Jossie: *suspiro* Si, papi…

Capitulo 991: La acosadora

Orso: A ver mocoso, o como te llames. La cosa esta así.

El dichoso Meify va guiando a John de vuelta a afuera y  hasta el último muelle, en donde hay algunos otros hombres esperando, todos con miradas igual de ariscas y hurañas que las de Meify al conocerlo. Un barco edta anclado pero el acceso no esta permitido, uno bastante grande aunque con un aspecto poco destacado para ser la nave de un hombre que aparentemente es tan rico.

John: ¿Esa es la nave del Señor Currant?

Pero su guía lo ignora.

Orso: Te presentaras todos los días aquí a menos que se te indique lo contrario. Trabajaras de la medianoche a las 7 am o hasta que se te indique lo contrario. Seguirás toda orden que se te dé. Tu trabajo es acomodar la carga que salga o entre de esa nave.

Uno de los hombres pone las tablas para subir  al fin y lo hombres entran para hacer algunos deberes. Orso continua recitando deberes y reglas para el muchacho, sin dejarlo pasar al barco todavía, pese a las ansias que tiene el chico de hacerlo.

Orso: Tu máximo superior soy yo, o en su defecto, cualquiera de los hombres que lleve más tiempo que tu, que son todos.

John: ¿Eso es todo?  No suena tan difícil.

Orso: *murmullo*Hmmm, a ver si dices eso en dos meses con una bala en el culo…

John: ¿Qué?

Orso: Que aun no acabo con las reglas, mocoso. Ahora, tus prohibiciones.

Esto si hace que el muchacho deje de comer ansias, pues le llama la atención.

John: ¿Prohibiciones?

Orso: Uno. Puedes entrar a la bodega y a la nave, pero tienes prohibido el acceso a todas las demás áreas incluyendo la oficina del señor Currant. Dos, no tienes permitido ver el contenido de ninguna caja. Nuestros clientes exigen privacidad.

John: Aha.

tienes prohibido hablar con el señor Currant. A menos que él te solicite o por encargo mío.  La otra prohibición que tienes es que no puedes hablar con cualquier mujer del… personal que pudieras encontrar.

Esto le resulta especialmente curioso aunque en retrospectiva, debe ser un hombre ocupado y quizás será mejor que no lo vea mucho, en especial después de tantas molestias que se tomo Jossie para esconder su cara, aunque es ahí donde le cae el veinte.

John: Espera, ¿no puedo hablar con ninguna?  Ni siquiera con Jos… la chica de la entrada.

Orso: ¿La mocos… la hija del jefe? Ahhh, ella da igual creo.

John: Bien.

Orso: Aunque no creo que puedas hablar con ella. También tiene deberes igual que tu, y si los veo holgazaneando se las verán conmigo.

John: ¿Ok…?

Orso: Y ahora, ve a mover el culo si es que quieres que te paguen.

Y así lo hace. Lo mandan a apilar cajas esa noche, y todo el rato que esta esa noche ahí eso hace, solo apilar cajas que saca de la bodega para llevar al barco. Jossie le mira a la lejanía , cosa que el nota.

John: (¿Otra vez ella?)

Hombre 1: ¿Este es el nuevo? Vaya… para ser tan menudo no es tan endeble.

Hombre 2:Pero que mueva el culo más rápido, este cargamento tiene que salir al amanecer.

Y John lo hace, y así amanece. El muchacho es entonces enviado a su casa. Su primer día de trabajo ha terminado. Y duele…

John: Agh… me duele todo.

Bill: ¿Qué tal el día 1?

John: Matame.

Las niches siguientes resultan ser exactamente iguales. Salvo por una cosa. Ni siquiera hay barco, pues este zarpo tras la primera noche, solo mueve cosas de la bodega y limpia pisos. No es para nada lo que pensaba, y esto lo frustra. Solo puede ver a los otros hacerlo desde lejos. Y tambien sigue notando que Jossie se acerca para verlo  solo para huir rápidamente cuando es notada.

John: ¡Oye, espera!... Aghh… ¿alguna vez va explicarme todo eso del día uno? ¡Solo me ve y se va!

Y eso no es lo único que le molesta de su nuevo ambiente laboral.

John: Hmm… una semana y ni siquiera he tocado algo aparte de una caja.  ¿Cuándo podré hacer algo en el barco?

Hombre 1: Cuando yo lo diga.

John: Aish…. Tal vez me equivoque con esto.

No obstante, mientras se está replanteando sus “opciones de carrera”. Orso llega arrojando algo a cada uno de los hombres.

Orso: ¡Ey, idiotas! ¡Día de paga!

Hombre 1: ¡Ya era hora!

Hombre 2: ¡Te tardaste!

Orso: Jajaja, ¡Callense!

Lo que arroja son sobres con dinero, y tambien avienta uno al muchacho pelirrojo.

Orso: Tu parte, mocoso. Ahora largo, que ya esta amaneciendo.

John apenas atrapa el recipiente de papel entre sus manos, pues resulta ser más pesado de lo que cree. Mientras va caminando para irse, al fin lo abre, quedándose boquiabierto.

John: Joder, ¿es… es en serio?

En el sobre, hay más dinero de lo que John hubiera podido ganar en un mes en cualquiera de sus trabajos anteriores. Más que nunca haya tenido junto.

John: Wooooooh. Bill no va a creerme. Tal vez trabajar aquí si vale la pena.

Pero es al pasar frente a la bodega que nota los pies de alguien escondiéndose tras la cortina de metal levadiza. Por su pequeño tamaño, sabe quien es, y empieza a estar harto de ello.

John: Tch… ¿Jossie…?

Jossie: ¡…!

La chica está a punto de irse de ahí,  pero se detiene cuando escucha a John seguir hablando.

John:  Oye. No se tu pero yo ya estoy harto de este juego del gato y el ratón que tu sola te montaste. Se que algo me quieres decir, y tambien tienes cosas que explicarme como todo eso de Aldebaran. Así que háblame claro o deja de estar como una acosadora creepy atrás de mi.

Un silencio largo se presenta, y John, cansado por el trabajo y la situación, se dispone a marchar a casa de Bill. Pero entonces…

Jossie: Yo…

John: ¿hmm?

Orso: ¡Mocosa! ¡¿Dónde estás!? ¡Tu padre te está buscando!

… la interrumpen. Por fortuna, como John está al otro lado de la cortina, Orso no le ve.

Jossie: Tsk… no puedo hablar ahora. Si quieres hablar,  búscame una hora antes de tu próximo turno mañana en el muelle 4.

El pelirrojo se ve sorprendido aunque satisfecho, pero antes de poder decirle a la chiquilla pelinegra que si, sus pies ya no se ven bajo la cortina.