One Piece Fanon
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Arco del asalto a Lazaward
Arco del asalto a Lazaward
Información
Número de capítulos -
Anterior Arco de la Nobleza Aoyama
Posterior Arco de la Torre de Combate
Creador NeoGirl

El arco del asalto a Lazaward es el séptimo arco de The Blue Haired One .

Capítulo 35: Asalto pirata en Lazaward

Los días transcurrieron. Meredy se adaptó lo más que pudo a la rutina de una princesa, aunque se enfocaba en entrenar a diario. Pudo combatir la soledad tras entablar una amistad con Vera y Talp, aquellos minks que conoció meses atrás en los calabozos del reino. La peliazul solía visitarlos y llevarles comida, de este modo se ganó la confianza de estos.

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Este era un día especial, por lo que iría a visitarlos un poco más tarde que de costumbre. Meredy logró escabullirse entre los pasillos y de esta manera, poco a poco, logró llegar a la entrada de la bóveda del reino. —Apresúrate, los guardias se han tomado un breve descanso.— La recibieron las palabras de Liz, quien esperaba frente al gran portón con las llaves en su mano.

Sin más, se adentró por el extenso pasillo principal de la bóveda cuya terminación constaba en una inmensa cueva repleta de objetos de valor. Entre tantas cosas, encontró lo que buscaba. Abrió sus ojos en señal de sorpresa. Era la primera vez que veía un poneglyph, el gigantesco bloque de piedra la dejó boquiabierta.

Se tomó unos minutos para leerlo con calma, aplicando todos los conocimientos que Liz le había enseñado. Algunas frases le parecieron fuera de contexto, por lo que no lograba comprender el contenido de las escrituras. Un último detalle llamó su atención. Debajo de las escrituras, al final, había un nombre. Una firma. Aquel nombre le era familiar.

Meredy se llevó un gran susto al oír unas trompetas sonar a la lejanía. Reconoció que era la señal de emergencia del reino. Se apresuró en salir de allí, corriendo llegó a la puerta. Creyendo que la habían descubierto a ella o a Liz salió brúscamente. —¡Regresa a tu habitación!— Exclamó Liz. —¿Qué está sucediendo?— Preguntó la peliazul.

Ambas se movían a paso apresurado por los pasillos, de regreso a los aposentos de Meredy. Mientras tanto, Liz le comentaba lo que había oído. —Al parecer en el puerto han avistado un barco pirata.— Mencionó. Meredy se detuvo al instante, quedándose parada en el lugar. Liz se detuvo también y volteó con intenciones de gritarle que se moviera, pero la expresión en la cara de la peliazul la dejaron sin palabras.

Meredy esbozaba una sonrisa casi de oreja a oreja y sus ojos se llenaron de lágrimas. —Gracias por todo.— Dijo, mientras se lanzó para darle un corto pero fuerte abrazo. Rápidamente comenzó a correr en dirección contraria y dobló en el primer pasillo, perdiéndose así de la vista de Liz. Esta no hizo más que quedarse en silencio, nerviosa por lo que depararían las siguientes horas.


En los muelles de la isla Lazaward, uno de los hombres que vigilaba el puerto observaba con un catalejo. —¡Veo una bandera pirata!— Exclamó. Mientras que quienes lo acompañaban observaban el barco acercarse. —¿Qué clase de dementes se atreverían a venir a esta isla?

Capítulo 36: ¿Donde están los peliazules?

Un gran número de guardias esperaban a indicaciones en el frente del castillo, cuando el ruido de una ventana destruirse atrae su atención. Tras ver caer trozos de vidrio sobre el jardín frontal notaron una figura femenina que salió a gran velocidad de la ventana. Esta era Meredy, reconocida como la princesa del reino, una de los integrantes de la familia Aoyama a quienes estaban asignados proteger.

Al ver que repentinamente se volvió el centro de atención comenzó a correr. —¡Espere!— Gritó un guardia, aunque hizo caso omiso. Tres guardias corrieron tras ella, mientras que un cuarto se dirigió en dirección contraria con la intención de notificar lo sucedido. Para sorpresa de los guardias, Meredy se movía ágil y velozmente, marcando una notable distancia tan solo corriendo y esquivando adornos del extenso jardín.

¿Cómo es que corre tan rápido?— Se preguntó uno de los guardias en voz alta, mientras se esforzaba por no perderla de vista. Ciertamente las robustas armaduras que portaban les dificultaba la movilidad, pero la agilidad de la pequeña princesa los frustraba. —¡Se dirige a los calabozos!— Exclamó un segundo guardia, quien adivinó la dirección que tomaba Meredy.

Ya con la entrada a los calabozos a la vista, Meredy aumentó la fuerza de sus pisadas y a la vez la velocidad con la que avanzaba. Como era habitual, dos guardias yacían frente a la entrada. Estos, al ver a Meredy acercarse corriendo y a lo lejos tres guardias que parecían estar siguiendola, le advirtieron que se detenga. —¡Alto ahí!— Vociferó, pero fue entonces que notó que la peliazul no parecía tener intención de detenerse.

Para cuando pudieron reaccionar, Meredy ya estaba pasando literalmente sobre ellos, y con un gran impulso saltó y se lanzó de cabeza sobre la puerta. Dejándolos anonadados, la puerta se abrió, partiéndose en trozos de madera. —¿Eso fue... haki?— Se preguntó uno de los guardias, quien estaba sorprendido por la hazaña de la peliazul. Tras esto, Meredy recuperó la estabilidad rodando en el suelo, para adentrarse a los calabozos.

Conociendo el camino, llegó rápidamente a su destino. Allí, del otro lado de los barrotes, la recibían Talp y Vera. —¡Meredy! ¿Qué está sucediendo?— Preguntaron al ver a la agitada peliazul. —Debemos salir de aquí cuanto antes.— Mencionó con apuro. —¿Y... no tienes las llaves?— Preguntó Talp, algo descepcionado. —¡¡No pensé en eso!!— Gritó Meredy, tomandose la cabeza en señal de desesperación.


Los guardias de la costa se preparaban para abordar el barco pirata, el cual se acercaba más y más. Para sorpresa de estos, un fuerte estruendo se oyó, y la caseta principal del muelle fue destruida, volando en trozos de madera que se alzaron a la vista. —¡¿Qué significa esto?!— Preguntó en voz alta el guardía que encabezaba el grupo. Un intenso brillo provino de la cubierta del barco, y delante de ellos apareció un joven hombre pelirrojo.

¿Acaso no es obvio?— Mencionó. En ese instante aquellos soldados del reino notaron como la temperatura parecía haber aumentado. Aquel hombre emanaba un intenso calor. —¿Donde están los peliazules?

Capítulo 37: Una voz

Los guardías recorrían los calabozos desesperadamente en busca de la princesa. Mientras tanto, en lo lejano de un profundo pasillo, Meredy junto al dúo de minks buscaban una forma de abrir la celda. Los antiguos y oxidados barrotes cedían ante la fuerza de la peliazul por separarlos, aunque lentamente. Talp intentaba forzar la cerradura con una de sus garras, pero en vano. Al cabo de unos segundos unos guardias los encontraron, pudiéndolos ver desde la distancia en el oscuro pasillo.

¡Ahí está!— Exclamó uno de los soldados, alarmando a Meredy y a Talp. —Yo me encargo.— Dijo Vera, tras comenzar a pasar su delgado cuerpo entre los barrotes torcidos. Al lograr salir decidió enfrentar a los dos soldados que corrían directamente hacia ellos. Con un rápido movimiento saltó hacia la pared, luego hacia la otra y así sucesivamente, hasta llegar a ellos con ágiles movimientos, terminando por golpearlos, derribarlos y noquearlos. —¡Genial!— Exclamó Meredy, asombrada por los movimientos de la mink.

Tras que pudiera salir Talp, este le pregunta a Meredy que es lo que sigue para escapar. Pero nota a la peliazul distraída. —¡Meredy!— Le grita, para que vuelva en sí. —Oigo una voz.— Murmuró, dejando confundidos a los minks. —Alguien me llama, puedo escucharlo con claridad.— Tanto Talp como Vera observan alrededor intentando escuchar algo, pero no lo logran. Creyendo que Meredy perdió un tornillo, ellos proceden a planear el escape. Presionados por el tiempo, sabiendo que en unos momentos más soldados del reino llegaran hacia ellos, Talp observa al techo y exclama que tiene una idea.


Mientras tanto, en una pequeña oficina un den den mushi no deja de sonar. Pasados unos largos segundos, el hombre a cargo de la instalación levanta el micrófono, pero no dice ni una palabra. —¡¿Jefe Keeper, está ahí?!— Exclamaba con apuro una voz del otro lado del radio. —Siempre estoy aquí.— Respondió con soberbia, aunque razón no le faltaba. Keeper ha mantenido su posición de jefe de guardia por más de veinte años, y nunca ha abandonado su puesto. Su extraña calma ante una situación de emergencia demostraba un alto grado de seguridad sobre sí mismo.

¡Los guardias de la costa han sido derrotados! Pero hemos podido confirmar quienes son los piratas. ¡Estaba en lo cierto, usted tenía razón, ellos realmente aparecieron!— Notificaba el exaltado guardia, y confirmaba las sospechas de Keeper. Este último se limitó a dirigir su mirada a un afiche cercano, donde recopilaba diferentes carteles de recompensas.

Mientras tanto, el panorama en la costa y el muelle mostraba un desolado paisaje con los cuerpos de los desafortunados guardias que se cruzaron en el camino de los piratas. Estos llegaron a las puertas de la extensa muralla que rodeaba al reino. El pequeño grupo de piratas se tomaron unos pocos segundos para admirar la magnitud del paisaje, tras la muralla podían divisar una arboleda, y tras esta la gigantesca montaña. «Blue Mountain», haciendo alusión a su nombre, es un volcán inactivo que a la distancia toma una tonalidad azulada.

Quien parecía encabezar el grupo se precipitó a acercarse hacia la maciza compuerta mientras elongaba su brazo derecho. Sus intenciones de derribarla de un puñetazo eran evidentes, pese a que sus camaradas ponían en duda si era capaz de lograrlo. Para sorpresa de ellos, las puertas comenzaron a abrirse lentamente. Esto dio lugar a que pudiera divisarse, de entre la neblina, la figura de un hombre de gran altura.

Capítulo 38: Un llamado

El hombre no es más ni menos que el mismísimo jefe de guardias, Keeper. Un hombre adulto que los supera notablemente en altura, incluso al samurái del grupo quien es el más alto entre estos. Portando una oscura armadura y un bisento, se posiciona desafiante frente a ellos.

Comenzando por identificarlos a cada uno. —Wallace West, Elliott Akaminai, Benjiro Kurosaki, Cecilie Kochizaki. Su odisea termina aquí.— Las presumidas palabras que pronunciaba Keeper fastidió a los piratas, que no tardaron en demostrarlo con sus miradas.

—Yo me encargaré de él. Ustedes continúen.— Mencionó Wallace. Acto seguido, Elliott y Ben avanzaron rápidamente. Keeper se apresuró en evitarlo. —¿Creen que los dejaré pasar?— Vociferó, para luego alzar su bisento y comenzar a girarlo. Estaba preparado para atacar, pero para su asombro recibió un fuerte golpe directo en el pecho, resonando en su metálica armadura.

Su ofensiva fue anulada de un instante a otro. Casi cae hacia atrás pero pudo mantener el equilibrio. No le causó daño alguno puesto que su armadura recibió todo el impacto, pero no dejaba de verse confundido ante un ataque que no vio venir. Elliott y Ben pasaron velozmente por su lado, adentrándose al espeso bosque. Él solo observaba a Wallace, quien con una pose de guardia mantenía su brazo estirado hacia adelante y su puño cerrado, mientras esbozaba una sonrisa.

Ahora que entendió lo que había sucedido, se propuso confrontar a Wallace, demostrándolo al ponerse de guardia contra él. Pero para su inquietud, la mujer del grupo no se había retirado, ella seguía ahí de pie tras su compañero. Distante, Cecilie solo parecía observar.


Por otra parte, bajo tierra, el extravagante trío de Meredy, Talp y Vera, avanzaban con el mink topo encabezándolos. Este, con sus grandes pezuñas, se abría paso entre la tierra, formando así un pequeño tunel tras él. Narrando su trabajo en voz alta, Talp les comentaba que pese a que se encontraban ascendiendo, también avanzaban horizontalmente, planeando una ruta de excavación que terminaba en las afueras del reino.

Todo parecía ir acorde a su plan, pero un contratiempo inesperado le fastidia su idea. Meredy, obsesionada con aquella voz que escuchaba ella sola, comenzó a excavar también, adelantándose a él. —¡Meredy, no hagas eso! ¡Si no lo haces bien colapsará la tierra sobre nosotros!— Exclamó el mink, pero no obtuvo otra respuesta más que lo que no paraba de repetir. —Alguien me está llamando, y está cada vez más cerca.

Capítulo 39:

Capítulo 40:

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